sábado, 22 de agosto de 2015

ISAÍAS. CAPÍTULO 18.

Contra el reino de Nubia 

181¡Ay del país del zumbido de alas,
allende los ríos de Nubia,
2que envía correos por el mar,
en canoas de junco sobre las aguas!
Corred, mensajeros ligeros,
al pueblo esbelto de piel bruñida,
a la gente temida de cercanos y lejanos,
al pueblo nervudo y dominador,
cuya tierra surcan canales.
3Habitantes del orbe,
moradores de la tierra,
al alzarse la enseña en los montes, mirad;
al sonar la trompeta, escuchad,
4que esto me ha dicho el Señor:
Desde mi morada yo contemplo sereno,
como el ardor deslumbrante del día,
como nube de rocío en el bochorno de la siega.
5Porque antes de la vendimia,
concluida la floración,
cuando la cierna se vuelva agraz
que va madurando,
cortará los zarcillos con la podadera,
arrancará y arrojará los sarmientos,
6y juntos serán abandonados
a los buitres del monte y a las fieras salvajes:
los buitres veranean sobre ellos,
sobre ellos invernan las fieras salvajes.
7Entonces traerá tributo
al Señor de los ejércitos,
el pueblo esbelto, de piel bruñida,
la gente temida de cercanos y lejanos,
el pueblo nervudo y dominador,
cuya tierra surcan canales,
al lugar dedicado al Señor de los ejércitos,
al Monte Sión.

Explicación.

18,1-6 Los nubios eran un pueblo que habitaba la región al sur de Asuán. Se habla de embajadas, probablemente intentando coaliciones contra Asiria. El poeta delata la impresión que hicieron aquellos extranjeros corpulentos y musculosos.

          El tema son los tiempos de la historia, la sazón de la intervención divina. En otros pasajes se habla de un "día del Señor"; Ezequiel anuncia su cercanía (Ez 7 y 12,26-28). Aquí la historia madura por su cuenta, como en ciclo agrario estacional. El Señor desde su altura espera y deja madurar (cfr. Jl 4,13). Pero el hombre no conoce el ritmo de dicha maduración, por lo cual tiene que aguardar expectante el toque de alerta. La comparación vegetal se distingue por su difícil exactitud.

18,3 El profeta pronuncia su mensaje universal: en la minúscula ciudad de Jerusalén se anuncian los destinos del mundo. Para la llamada militar, véanse Is 5,26; 13,2; Jr 4,5s.

18,4-6 El profeta escoge un momento vegetal muy preciso, sugiriendo la precisión de Dios en su actuación. Cuando llega el momento, corta la vida vegetal y la entrega a un tiempo sin sentido ni salvación: al veranear e invernar de las fieras.

18.7 Adición posterior. Compárese con Is 60,6s; Sof 3,10; Zac 14,16; Sal 68,31-33.

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