sábado, 22 de agosto de 2015

ISAÍAS. CAPÍTULO 4.

41Aquel día, siete mujeres
agarrarán a un solo hombre,
diciéndole: Comeremos de nuestro pan,
nos vestiremos con nuestra ropa;
danos sólo tu apellido, quita nuestra deshonra.
2Aquel día, el vástago del Señor
será joya y gloria,
el fruto del país, honor y ornamento
para los supervivientes de Israel.
3A los que queden en Sión,
a los restantes en Jerusalén,
los llamarán santos: los inscritos
en Jerusalén entre los vivos.
4Cuando lave el Señor la suciedad
de las mujeres de Sión
y friegue la sangre dentro de Jerusalén,
con un viento justiciero, con un soplo abrasador,
5creará el Señor en todo el recinto
del Monte Sión y su asamblea
una nube de día, un humo brillante,
un fuego llameante de noche.
Baldaquino 6y tabernáculo cubrirán su gloria:
serán sombra en la canícula,
reparo en el aguacero, cobijo en el chubasco.

Explicación.

4,1 Jerusalén aparece como una esposa y una madre: en la guerra han muerto los varones, la ciudad está viuda de hombres y cumple las ceremonias del luto, gemidos y sentarse por tierra. Ante la escasez de hombres, las mujeres se reúnen en grupos para repartirse maridos que les den hijos y apellido; con el resto (Ex 21,10) correrán ellas.

4,2-6 Oráculo de restauración tras la serie precedente (probablemente posterior). A la escasez de hombres sucede la continuidad de los supervivientes; a las mujeres provocativas, una gran purificación; a los jefes perversos, un "vástago" davídico (Jr 23,5s; 33,15; Zac 3,8; 6,12); a la ruina de Jerusalén, el renovado esplendor de Sión. Con la referencia davídica conjuga tradiciones del Éxodo.

4,2 "Aquel día" suena de ordinario como determinación escatológica. Vástago es título del heredero davídico, del futuro Mesías.

4,3 De nuevo el título "santos" o consagrados, propiedad de Dios (Ex 19,6; Dt 7,6; 14,2.21; 26,19). Habrá un registro de los que "viven" (Ex 32,32; Ez 13,9; Sal 69,29; 87,6).

4,4 La purificación que suele ejecutar el agua, la ejecutará un aliento ardiente, un viento abrasador.

4,5 En el templo volverá a habitar la gloria del Señor, cubierta de un baldaquino, que será ornamento y asilo contra los asaltos de bochorno y tormentas.

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