viernes, 16 de octubre de 2015

ISAÍAS II. CAPÍTULO 43.

Rescate del pueblo

431Y ahora, así dice el Señor,
el que te creó, Jacob;
el que te formó, Israel:
No temas, que te he redimido,
te he llamado por tu nombre, tú eres mío.
2Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo,
la corriente no te anegará;
cuando pases por el fuego, no te quemarás,
la llama no te abrasará.
3Porque yo soy el Señor, tu Dios,
el Santo de Israel, tu salvador.
Como rescate tuyo entregué a Egipto,
a Etiopía y Sabá a cambio de ti;
4porque te aprecio y eres valioso
y yo te quiero,
entregaré hombres a cambio de ti,
pueblos a cambio de tu vida:
5no temas, que contigo estoy yo;
desde oriente traeré a tu estirpe,
desde occidente te reuniré.
6Diré al Norte: Entrégalo; al Sur: No lo retengas;
tráeme a mis hijos de lejos
y a mis hijas del confín de la tierra;
7a todos los que llevan mi nombre,
a los que creé para mi gloria,
a los que hice y formé.

El pueblo, testigo de Dios

8Sacad al pueblo ciego, aunque tiene ojos;
a los sordos, aunque tienen oídos;
9que se reúnan las naciones
y se junten los pueblos:
¿quién de ellos puede contárnoslo
o informarnos de predicciones pasadas?
Que presenten testigos para ganar su causa,
que lo oigamos, y diremos: Es verdad.
10Vosotros sois mis testigos
-oráculo del Señor-
y mis siervos, a quienes escogí,
para que supierais y me creyerais,
para que comprendierais quién soy yo.
Antes de mí no habían fabricado ningún dios
y después de mí ninguno habrá:
11Yo soy el Señor; fuera de mí no hay salvador.
12Yo predije, y salvé; yo anuncié,
y no teníais dios extranjero.
Vosotros sois mis testigos -oráculo del Señor-;
13yo soy Dios, desde siempre lo soy.
No hay quien libre de mi mano;
lo que yo hago, ¿quién lo deshará?

Salvación

14Así dice el Señor,
vuestro Redentor, el Santo de Israel:
En favor vuestro
yo he mandado gente a Babilonia,
he arrancado todos los cerrojos de las prisiones,
y los caldeos rompen en lamentos.
15Yo soy el Señor, vuestro Santo,
el creador de Israel, vuestro Rey.
16Así dice el Señor, que abrió camino en el mar
y senda en las aguas impetuosas;
17que sacó a batalla carros y caballos,
tropa con sus valientes;
caían para no levantarse, se apagaron
como mecha que se extingue.
18No recordéis lo de antaño,
no penséis en lo antiguo;
19mirad que realizo algo nuevo;
ya está brotando, ¿no lo notáis?
Abriré un camino por el desierto, ríos en el yermo;
20me glorificarán las fieras salvajes,
chacales y avestruces,
porque ofreceré agua en el desierto,
ríos en el yermo,
para apagar la sed de mi pueblo, de mi elegido.
21El pueblo que yo me formé,
para que proclamara mi alabanza.

Requisitoria contra el pueblo (Is 43,22; 45,9-14; 50,1-3)

22Pero tú no me invocabas, Jacob;
ni te esforzabas por mí, Israel;
23no me ofrecías ovejas en holocausto,
no me honrabas con tus sacrificios;
yo no te avasallé exigiéndote ofrendas,
ni te cansé pidiéndote incienso,
24no me comprabas canela con dinero,
no me saciabas con la grasa de tus sacrificios;
pero me avasallabas con tus pecados,
y me cansabas con tus culpas.
25Yo, yo era quien por mi cuenta
borraba tus crímenes
y no me acordaba de tus pecados;
26recuérdamelo tú, y discutiremos;
razona tú, y saldrás absuelto.
27Ya tu  primer padre pecó,
tus jefes se rebelaron contra mí;
28por eso profané a príncipes consagrados,
entregué a Jacob al exterminio
y a Israel a los insultos.

Explicación.

43,1-7 Oráculo de salvación, apelando al principio de la elección. En tiempo remoto Dios escogió al patriarca Jacob, lo formó, le impuso un nuevo nombre, lo condujo y protegió en sus andanzas, le dio una descendencia. Con coherencia histórica, repite la acción con el pueblo: lo forma, lo nombra, lo hace superar graves peligros, lo toma en posesión; comprometido con él, lo rescata.

43,2 Agua y fuego sintetizan polarmente los peligros de la vida: véanse Dt 4,20; Is 48,10.

43,3b-4 En términos comerciales, da algo valioso por otro objeto más valioso. ¿Por qué es precioso Israel? Por el amor de Dios, que hace precioso y apreciado al hombre. El tema culmina en el NT: Jn 3,16; 1 Cor 6,20; 7,23; 1 Pe 1,18.

43,5-6 "Reunir y traer" corresponden a sacar e introducir. "Mis hijos, mis hijas"; Is 1,2; Ex 4,22s; Os 11.

43,7 Los hijos llevan el nombre del padre, y con él lo glorifican.

43,8-13 Dios está en pleito con las naciones paganas y con sus dioses (41,21-29). En el pleito, los paganos pueden ser testigos a favor de sus dioses, a quienes suelen atribuir sus victorias. Los israelitas tienen que ser testigos del Señor. Testigos oculares y auriculares, porque han sido sujetos de la historia y la han trasmitido por tradición (Ex 10,2; Sal 78). Pero Israel, con los ojos abiertos, no ha sabido ver, con los oídos no ha sabido escuchar (Dt 29,1-5). Por eso sucede una nueva llamada de Dios, que lo convoca como testigo suyo. El pasado demuestra que el Señor es el único salvador, y por lo tanto el único Dios. Los hechos históricos nos permiten subir al ser de Dios, en cuanto se fundan en él. Dios es el trascendente último, detrás del cual no hay otro. Su existir supera todo tiempo, por eso puede predecir cualquier suceso.

43,8 Véase 42,2-19.

43,10 Quizá contenga lo ´yihye una alusión al nombre divino explicado en Ex 3,14s.

43,13 Véase 14,27.

43,14-21 Oráculo de salvación, con una interesante concentración de tiempos: presente de liberación (14-15); pasado remoto y glorioso (16-17); futuro próximo, que supera todo el pasado. Es notable la acumulación de títulos del Señor, quizá polemizado con los numerosos títulos de Marduk.

43,18 Es ley de Israel la memoria de las acciones salvadoras del Señor, y es delito y fuente de culpas, el olvido (Sal 78). Pero la memoria no debe ser fuga nostálgica, reposo inerte en el recuerdo, añorar el seno materno -en fórmula moderna-. El recuerdo es válido cuando prepara y abre al futuro. El profeta, paradójicamente, parece sustituir la ley del recuerdo por el principio de la esperanza. Pero resulta que el futuro se describe con imágenes del pasado.

43,19 La nueva era se abre paso con impulso incontenible, como el brote arrancado de la semilla.

43,22-28 Dios se querella con el pueblo, denunciando su pecado. La salvación que ya apunta exige la conversión interna; para la cual se pronuncia este oráculo penitencial. Dios rechaza como composición el culto, ya que no necesita víctimas (Sal 50; Miq 6,6-9).

             El juego de la antítesis es audaz. Por medio del culto, el hombre "sirve a Dios, le ofrece tributo" como vasallo a un soberano. Ha sucedido lo contrario: con sus pecados, Israel adopta una actitud de soberano y somete a Dios a vasallaje. Como si Dios tuviera que ponerse al servicio del pueblo, para remover sus culpas, siempre que a Israel se le antoje.

43,26 El hombre debe confesar su pecado y apelar a la misericordia del Señor: Sal 51,3.6.

43,27-28 Es frecuente en la confesión pública de pecados remontarse al pasado: Sal 106,6; Esd 9; Neh 9; Dn 9; Bar 2.

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