viernes, 1 de enero de 2016

EZEQUIEL. CAPÍTULO 18.

Responsabilidad personal (Ez 33,1-21)

181Me dirigió la palabra el Señor:
2-¿Por qué andáis repitiendo
este refrán en la tierra de Israel:
"Los padres comieron agraces
y los hijos tuvieron dentera"?
3Por mi vida, os juro -oráculo del Señor-
que nadie volverá a repetir
ese refrán en Israel.
4Sabedlo: todas las vidas son mías;
lo mismo que la vida del padre,
es mía la vida del hijo;
el que peca es el que morirá.
5El hombre que es justo,
que observa el derecho y la justicia,
6que no come en los montes
levantando los ojos a los ídolos de Israel;
que no profana a la mujer de su prójimo,
ni se llega a la mujer en su regla;
7que no explota, sino que devuelve
la prenda empeñada;
que no roba, sino que da
su pan al hambriento y viste al desnudo;
8que no presta con usura ni cobra intereses;
que aparta la mano de la iniquidad
y juzga imparcialmente los delitos;
9que camina según mis preceptos
y guarda mis mandamientos,
cumpliéndolos fielmente, ese hombre es justo
y ciertamente vivirá -oráculo del Señor-,
10Si éste engendra un hijo criminal y homicida,
que quebranta algunas de estas prohibiciones
11o no cumple todos estos mandatos,
sino que come en los montes
y profana a la mujer de su prójimo;
12que explota al desgraciado y al pobre,
que roba y no devuelve la prenda empeñada,
que levanta los ojos a los ídolos
y comete abominaciones;
13que presta con usura y cobra intereses,
ciertamente no vivirá; 
por haber cometido todas esas abominaciones,
morirá ciertamente
y será responsable de sus crímenes.
14Y si éste engendra un hijo,
que a pesar de haber visto
los pecados de su padre no los imita;
15que no come en los montes
levantando los ojos a los ídolos de Israel;
que no profana a la mujer de su prójimo;
16que no explota 
ni se apropia la prenda empeñada;
que no roba, sino que da
su pan al hambriento y viste al desnudo;
17que aparta la mano de la iniquidad
y no cobra interés usurario;
que cumple mis mandamientos
y camina según mis preceptos,
ese hombre no morirá por culpa de su padre,
sino que ciertamente vivirá.
18Su padre, que cometió
atropellos y robos y maltrató a su gente,
murió por su culpa.
19Objetáis: ¿Por qué no carga
el hijo con la culpa del padre?
Si el hijo observa el derecho y la justicia
y guarda mis preceptos y los cumple,
ciertamente vivirá.
20El que peca es el que morirá;
el hijo no cargará con la culpa del padre,
el padre no cargará con la culpa del hijo;
sobre el justo recaerá su justicia,
sobre el malvado recaerá su maldad.
21Si el malvado se convierte
de los pecados cometidos
y guarda mis preceptos
y practica el derecho y la justicia,
ciertamente vivirá y no morirá.
22No se le tendrán en cuenta
los delitos que cometió,
por la justicia que hizo vivirá.
23¿Acaso quiero yo la muerte del malvado
-oráculo del Señor-
y no que se convierta
de su conducta y que viva?
24Si el justo se aparta de su justicia
y comete maldad,
imitando las abominaciones del malvado,
no se tendrá en cuenta la justicia que hizo:
por la iniquidad que perpetró
y por el pecado que cometió morirá.
25Objetáis: No es justo el proceder del Señor.
Escuchad, casa de Israel:
¿Es injusto mi proceder? 
¿No es vuestro proceder el que es injusto?
26Cuando el justo se aparta de su justicia,
comete la maldad y muere,
muere por la maldad que cometió.
27Y cuando el malvado se convierte 
de la maldad que hizo
y practica el derecho y la justicia,
él mismo salva su vida.
28Si recapacita y se convierte
de los delitos cometidos,
ciertamente vivirá y no morirá.
29Objeta la casa de Israel:
No es justo el proceder del Señor.
¿Es injusto mi proceder, casa de Israel?
¿No es vuestro proceder el que es injusto?
30Pues bien, casa de Israel,
os juzgaré a cada uno según su proceder
-oráculo del Señor-.
Arrepentíos y convertíos
de vuestros delitos,
y no caeréis en pecado.
31Quitaos de encima los delitos
que habéis perpetrado
y estrenad un corazón nuevo
y un espíritu nuevo,
y así no moriréis, casa de Israel.
32Pues no quiero la muerte de nadie
-oráculo del Señor-.
¡Convertíos y viviréis!

Explicación.

18 Éste es uno de los capítulos más importantes del libro y se ha de leer con el capítulo 33. Un paso importante del progreso de la revelación ha dejado aquí su huella: paso preparado y provocado por la historia.

El pasado. Imaginemos la situación de los desterrados después de la catástrofe. El presente amargo es consecuencia ineluctable del pasado -dice la teología tradicional-: no precisamente los pecados de esta generación, que no merecían tamaño castigo, sino los pecados acumulados de un Manasés y de muchos como él (2 Re 23,31-24,4). Se ha llegado a una plenitud de pecado; crímenes seculares han colmado y desbordado la medida de la misericordia divina; agotada la misericordia, su ira se ha derramado sobre... la generación a la que ha tocado vivir al término del proceso; ¡qué fatalidad! ¿Es justo? Si Dios tiene en cuenta los delitos paternos, ¿por qué no tiene en cuenta la bondad de un Josías, de un Ezequías y de otros? "Por amor de Abrahán, por amor de David", dice la tradición.

El futuro. Se ha roto la alianza que empeñaba a Dios; falta el culto que permitía reconciliarse periódicamente con el Señor. Lejos de la tierra prometida, de la ciudad santa, del templo destruido, no hay futuro para esta generación de esclavos. Vícitmas de un pasado del que no son inmediatamente responsables y sin futuro, ¿qué les queda? Es inútil dirigirse a Dios con salmos apasionados de súplica: "¿por qué?, ¿hasta cuándo?". Mejor es la pequeña venganza de un refrán que sale de una boca con dentera, que hiere sin nombrar. Que Dios se dé por aludido.

La respuesta. El profeta se enfrenta con el refrán y con la actitud de despecho y fatalismo de donde brota. Lo desmiente rotundamente en un lenguaje descarnado de cláusulas, casi de contabilidad. De parte de Dios trae un mensaje positivo: es posible romper la cadena del pasado, es necesario comprometerse para rehacer el futuro.

Junto a la responsabilidad colectiva, que liga solidariamente a los miembros de una comunidad entre sí y con los antepasados, y sin anularla, se anuncia la responsabilidad del individuo, señor de su destino por voluntad de Dios. Destino de vida y muerte para los judíos (Dt 30,15) y para todos los hombres (Eclo 15,11-17). Precisamente en la nueva situación la responsabilidad individual se hará más consciente y mejor poseída: no vale echar la culpa a padres y abuelos, ni menor burlarse de la justicia divina. Al mismo tiempo, la responsabilidad individual es exigencia para comenzar la acción y perseverar en ella. Sacudida por el destierro la confianza mecánica en el templo y otras instituciones, el profeta sacude la confianza perezosa en méritos adquiridos.

El mensaje de Ezequiel es esperanzado. Si el Señor ha castigado "en hijos, nietos y bisnietos" (Dt 5,9s), "su piedad se prolonga por mil generaciones", abarcando el presente y el futuro.

El estilo del capítulo conjuga tres formas: la casuística, las fórmulas declaratorias y la parénesis o exortación.

18,2 El refrán se lee también en Jr 31,29-30; sin imagen resuena en Lam 5,7.

18,3-4 La primera respuesta apela a la soberanía de Dios, señor de vida y muerte en el orden biológico; él puede asignar a la muerte función de castigo instituyendo la pena de muerte como sanción del pecado.

18,5-18 En términos de justicia el principio se ilustra con un caso complejo que abarca tres generaciones, con patente asimetría: bien - mal - bien. Todavía no explica cómo permite Dios el paso de la segunda a la tercera (suspendiendo la ejecución).

18,5-9 Compárese con las liturgias de entrada: Sal 15; 24; Is 33,15s.

18,6 Banquetes rituales idolátricos en los altozanos (cap. 6).

18,7-8 Enumera cláusulas diversas de la legislación. Ex, Lv y Dt.

18,9 "Vivirá" equivale a "no es reo de muerte". Designa la vida con todos los bienes de la relación con Dios y con la comunidad: véanse Dt 4,1.33; 5,24.26.33; 8,1.3 etc,

18,10-13 Se exige el cumplimiento de todos los mandamientos. Sentencia de muerte: al criminal no le valdrá la honradez de su padre.

18,15 Is 58,7.

18,17 Dt 23,20.

18,19-20 Contra la doctrina expuesta podrían citar Ex 20,5; 34,7; Nm 14,18; Dt 7,9-20; a favor, Dt 24,16. El Señor responde remachando el principio en una antítesis lapidaria.

18,21-28 Del sucederse de las generaciones pasamos al sucederse de dos etapas en la vida de dos individuos: el justo que se vuelve malvado, el malvado que se vuelve justo. Si bien condiciona, el pasado no determina, no aprisiona al hombre: es posible superarlo. Pero no hay simetría en la alternativa propuesta, ya que el justo pecador puede convertirse de nuevo. La simetría queda rota por la voluntad de Dios, según el principio fundamental propuesto en el v.23.

18,23 Cumbre del capítulo. Mensaje de esperanza y exigencia: véanse Sab 1,13; Jn 10,10; 1 Tim 2,4-6; 2 Pe 3,9.

18,25 La objeción puede ser de los resignados al fatalismo o de quienes temen la exigencia de conversión. Objeción y respuesta componen una especie de pleito o debate con Dios. En el proceder injusto de los desterrados se incluye su manera de juzgar la justicia de Dios. Todo desemboca en una exhortación final, palabra de Dios que, al invitar, hace posible el nuevo comienzo. Cuatro veces interpela Dios a la "Casa de Israel": ya no la llama Casa Rebelde.

18,31 El cambio interior será la gran novedad. Lo que aquí suena como mandato, sonará como promesa en 36,26. A la vuelta del destierro este final mirará otra vez hacia el futuro, hacia la comunidad del espíritu nuevo.

18,32 La última palabra es oferta de vida.

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