viernes, 1 de enero de 2016

EZEQUIEL. CAPÍTULO 22.

La ciudad sanguinaria (Is 3,1-15; Sal 55,10-12)

221Me dirigió la palabra el Señor:
2-Y tú, hijo de Adán, juzga,
juzga a la ciudad sanguinaria,
denúnciale todo sus abominaciones,
3diciendo: Esto dice el Señor:
¡Ciudad que se encamina a su término,
derramando sangre dentro de sí,
y que se ha contaminado
fabricándose ídolos!
4La sangre que derramaste te condena,
te han contaminado
los ídolos que fabricaste.
Has precipitado tu hora
y has llegado al fin de tu existencia.
Por eso te hago escarnio de los pueblos
y burla de todas las naciones.
5Las vecinas y las remotas se burlan de ti,
famosa por tu impureza,
grande por tu anarquía.
6Mira, los príncipes de Israel
derraman en ti sangre a porfía.
7En ti despojan al padre y a la madre,
en ti atropellan al huérfano y a la viuda.
8Menosprecias mis cosas santas,
y profanas mis sábados.
9En ti hay hombres que calumnian
para derramar sangre:
en ti van a comer a los montes,
en ti se cometen infamias.
10En ti hay quien peca con su madrastra,
en ti quien violenta a la mujer en su regla.
11En ti unos cometen abominaciones
con la mujer del prójimo;
otros abusan infamemente de su nuera,
otros violentan a su hermana,
hija de su mismo padre.
12En ti se practica el soborno
para derramar sangre;
cobras interés usurario,
te lucras a costa del prójimo
y a mí me tienes olvidado
-oráculo del Señor-.
13Pero yo estoy batiendo palmas
al ver los negocios que haces
y la sangre que hay en ti.
14¿Seguirá tu corazón impertérrito
y firmes tus manos
cuando yo actúe contra ti?
Yo, el Señor, lo digo y lo hago.
15Te dispersaré por las naciones
y te esparciré por los países,
y así te limpiaré de toda mancha.
16En ti quedaré profanado
a la vista de los paganos,
y sabrás que yo soy el Señor.
17Me dirigió la palabra el Señor:
18-Hijo de Adán, la casa de Israel
se me ha convertido en escoria:
todos ellos son plata, cobre y estaño,
hierro y plomo dentro del horno;
se han convertido en escoria.
19Por tanto, esto dice el Señor:
Por haberos convertido todos en escoria,
por eso voy a reuniros dentro de Jerusalén.
20Igual que se reúne plata y cobre,
hierro, plomo y estaño dentro del horno,
y se atiza el fuego para que se funda todo,
de la misma manera os reuniré;
en mi ira y en mi cólera
os meteré y os fundiré.
21Os juntaré y atizaré contra vosotros
el fuego de mi furia,
que os fundirá en ella.
22Allí os fundiréis igual que se funde la plata
dentro del horno.
Y sabréis que yo, el Señor,
he derramado mi cólera sobre vosotros.
23Me dirigió la palabra el Señor:
24-Hijo de Adán, dile a Jerusalén:
Eres tierra no limpiada ni llovida,
en el día de mi furor.
25Sus príncipes dentro de ella
eran león que ruge
al desgarrar la presa;
devoraban a la gente, arrebataban riquezas
y objetos preciosos,
multiplicaban dentro de ella
el número de viudas.
26Sus sacerdotes violaban mi ley
y profanaban mis cosas santas;
no separaban lo sacro y lo profano
ni declaraban lo que es puro o es impuro.
Ante mis sábados cerraban los ojos,
y así fui profanado en medio de ellos.
27Sus nobles dentro de ella
eran lobos que desgarraban la presa,
derramando sangre y eliminando gente
para enriquecerse.
28Sus profetas eran embajadores
que les ofrecían visiones falsas
y les vaticinaban embustes,
diciendo: Esto dice el Señor,
cuando el Señor no hablaba.
29Los terratenientes cometían 
atropellos y robos,
explotaban al desgraciado y al pobre
y atropellaban inicuamente al emigrante.
30Busqué entre ellos uno
que levantara una cerca,
que por amor a la tierra
aguantara en la brecha frente a mí,
para que yo no la destruyera;
pero no lo encontré.
31Entonces derrame´mi furor sobre ellos,
los consumí en el fuego de mi furia;
di a cada uno su mercido -oráculo del Señor-.

Explicación.

22 Tres piezas de carácter diverso y separadas en el tiempo forman ahora este capítulo, que se puede leer como nueva unidad, poco rigurosa. Después de una requisitoria del fiscal (3-12), el juez pronuncia sentencia (13-16); se anuncia la ejecución en imagen de horno (17-22), y en una especie de post mortem se justifica la sentencia cumplida recordando los crímenes de los culpables (23-31). Domina el estilo, enumerativo, por el cual sirve de complemento a los capítulos 8 y 20.

22,2 Al ser encausada, la ciudad lleva un título "Sanguinaria", opuesto al de Is 1,21 "Villafiel"; es el título que Nah 3,1 asigna a Nínive. Ezequiel suele llamar a los delitos "abominaciones", término de sabor cúltico.

22,3-12 La sangre domina el recuento de los crímenes: 2.3.6.9.12: se diría que la sangre no cubierta (Gn 4; Job 16) grita por boca del profeta pidiendo venganza. Los delitos de sangre tocan el terreno de lo sacro: algunos directamente, animales degollados y desangrados fuera del santuario (Lv 17,3-6), comer sangre (Lv 17,10-14; 1 Sm 14); indirectamente, el homicidio tiene algo de sacrilegio, ya que la vida del hombre es sagrada para Dios (Gn 9,5s).

El recuento de los delitos no se presenta como resultado de una investigación, sino más bien como requisitoria retórica. Ni el número ni la selección ni el orden revelan una intención particular.

22,4 Homicidio e idolatría sintetizan todos los delitos contra Dios y contra el hombre. Con ellos la ciudad apresura el final: Is 5,18-19.

22,5 Impureza cúltica (Lv 18,28) y anarquía política (Is 3,1-15) son nuevas síntesis de delitos.

22,6 Los "príncipes" son reyes, desde David (2 Sm 11) hasta Manasés.

22,7 "Padre y madre": Ex 20,12; Eclo 3,1-16. Forastero, huérfano y viuda son tres categorías que representan a las clases necesitadas: Dt 26,12-13.

22,8 Véanse Lv 19,30; Jr 17,19-27.

22,9 Calumnia para asesinar es el caso de Jezabel y Natob, 1 Re 21.

22,10-11 Para delitos sexuales véanse Lv 18 y 20.

22,12 Delitos económicos contra el prójimo. En ellos el hombre "se olvida de Dios", que ha establecido y garantizado un orden justo.

22,13 La sentencia abandona la forma tradicional y la sustituye con formas de intensa participación personal: gesto, pregunta retórica, amenaza.

22,14 "Lo digo y lo hago" equivalen a sentencia y ejecución; véanse 12,25.28; 17,25; 24,14; 36,36; 37,14.

22,15 El destierro se ordena a la purificación.

22,16 "Quedaré profanado": porque su nombre y fama están empeñados en el destino de Israel. Para los paganos el fracaso de los judíos desacredita a su divinidad: véanse 13,19; Jr 34,16.

22,17-22 El profeta toma una imagen rápida de Is 1,22.25 y la desarrolla, subrayando el motivo del fuego, dejando dudosos varios detalles. Están claros: la acusación en la imagen de la escoria, la actividad del fundidor (inspirada quizá en Jr 6,27-30). Esta actividad comprende tres tiempos: reunir el material, atizar el fuego, fundir. Reunir: los que se refugian en la ciudad fortificada se están metiendo en el horno que arderá pronto (cfr. 2 Re 10,18-28). Fuego: representa la ira del Señor. Fundir: para separar la ganga del metal. En este punto el texto es confuso: ¿toda la plata se ha vuelto escoria?, ¿encierra el mineral plata, que se desprenderá de la escoria? El contexto próximo y remoto favorecen la segunda hipótesis, la de un castigo saludable, purificador.

22,18 El horno es Jerusalén, como otro tiempo lo fue Egipto: Dt 4,20; pero no usa el término Tofet como Jr 18.

22,23-31 Si las secciones precedentes corresponden a un momento antes de la conquista de la capital, esta sección supone consumada la tragedia. A la enumeración abundante de delitos añade el repaso de cinco categorías de personas influyentes, que habían abusado del poder y pervertido el gobierno. Añade un grupo a la cuaterna de Sof 3,3-4.

22,24 El hebreo emplea el término técnico "purificada", dando a entender que un aguacero sobre la ciudad la limpiaba de inmundicias; a imagen de las abluciones del templo. El hebreo "purificar" es correlativo de "inmundicia o contaminación" thr - tm´. El día de la ira, o del juicio, la ciudad se muestra culpable.

22,25 Alude quizá a abusos del fuero real (1 Sm 8).

22,26 Sobre los deberes sacerdotales, consúltese el Levítico.

22,27 Por comparación con Sofonías, se deduce que esos nobles son jueces.

22,28 Véase el capítulo 13.

22,30 "Aguantar en la brecha": 13,5; véase el ejemplo de Moisés como aparece en el Sal 106,23.


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