viernes, 1 de enero de 2016

EZEQUIEL. CAPÍTULO 24.

La olla de fuego (Ez 11 y 22)

241El año noveno, el día décimo del décimo mes, me dirigió la palabra el Señor:
2-Hijo de Adán, apunta la fecha de hoy, de hoy mismo. El rey de Babilonia hoy mismo ha atacado a Jerusalén*. 3Propón una parábola a la casa rebelde, diciéndoles: Esto dice el Señor:
Pon la olla, ponla, echa en ella agua;
4echa en ella tajadas,
las mejores tajadas, pernil y costillar;
llénala de huesos escogidos.
5Aparta lo mejor del rebaño;
luego apila debajo la leña,
cuece las tajadas en la olla
y hierve los huesos.
6c(Vacíala tajada a tajada,
sin echarlas a suerte).
6Por tanto, así dice el Señor:
¡Ay ciudad sanguinaria, olla herrumbrosa
que no se desherrumbra!
7Pues la sangre que en ella se derramó
la echó en roca pelada,
no la vertió en la tierra
para que el polvo la cubriera.
8Para encolerizarme, para vengarme
he puesto en roca pelada,
la sangre que derramó:
así no será cubierta.
9Por tanto, así dice el Señor:
¡Ay ciudad snaguinaria!
Yo mismo agrando la pira,
10arrimo más leña, enciendo la hoguera,
consumo la carne, saco el caldo
y los huesos se queman.
11La coloco vacía sobre las brasas
para que el cobre se recaliente,
se ponga al rojo y se le derrita la roña,
se le consuma la herrumbre.
12Por más que uno se canse,
ni al fuego se le desprende
su mucha herrumbre.
13Por tu infame inmundicia,
porque intenté limpiarte
y no quedaste limpia de tu inmundica,
no volverás a ser limpiada
hasta que desfogue en ti mi cólera.
14Yo, el Señor, lo digo, lo realizo y sucede,
no lo paso por alto,
ni me apiado, ni me arrepiento.
Según tu conducta y tus malas obras
te juzgaré -oráculo del Señor-.

Muerte de la esposa (Jr 16)

15Me dirigió la palabra el Señor:
16-Hijo de Adán,
voy a arrebatarte repentinamente
el encanto de tus ojos;
no llores ni hagas duelo ni derrames lágrimas;
17laméntate en silencio
como un muerto, sin hacer duelo;
líate el turbante y cálzate las sandalias;
no te emboces la cara
ni comas el pan del duelo.
18Por la mañana yo hablaba a la gente, por la tarde se murió mi mujer y a la mañana siguiente hice lo que se me había mandado.
19Entonces me dijo la gente: ¿quieres explicarnos qué nos anuncia lo que estás haciendo?
20Les respondí: Me dirigió la palabra el Señor:
21Dile a la casa de Israel: Esto dice el Señor:
Mira, voy a profanar mi santuario,
vuestro soberbio baluarte,
el encanto de vuestros ojos,
el tesoro de vuestras almas.
Los hijos e hijas que dejasteis caerán a espada.
22Entonces haréis lo que yo he hecho:
no os embozaréis la cara
ni comeréis el pan del duelo;
23seguiréis con el turbante en la cabeza
y las sandalias en los pies,
no lloraréis ni haréis duelo;
os consumiréis por vuestra culpa
y os lamentaréis unos con otros.

El profeta mudo (Ez 3,25ss; 33,21s)

24Ezequiel os servirá de señal:
haréis lo mismo que él ha hecho.
Y cuando suceda sabréis que yo soy el Señor.
25Y tú, hijo de Adán,
el día que yo les arrebate su baluarte,
su espléndida alegría,
el encanto de sus ojos,
el ansia de sus almas*,
26ese día se te presentará un evadido
para comunicarte una noticia.
27Ese día se te abrirá la boca
y podrás hablar en presencia del evadido,
y no volverás a quedar mudo.
Les servirás de señal
y sabrán que yo soy el Señor.

Explicación.

24,1-14 La ordenación temática de estos versos se puede representar en el esquema A B A´B´. Presenta dos imágenes emparentadas: la olla llena de tajadas y la olla herrumbrosa, 3-5 y 6-8. Después propone la explicación de ambas, 9-10 y 11-12. Se añade una conclusión. Si la primera parábola corresponde a la fecha indicada, la segunda posterior a la conquista de la capital.

24,1-2 Corresponde al 5 de enero del 587. Noveno del reinado de Jeconías, a quien Ezequiel sigue considerando rey legítimo.

24,2* Enero del 587.

24,3-5 La parábola suena como canto de trabajo del cocinero un día de gran festín. Son festivas la calidad y abundancia de los manjares, la dignidad de los invitados. Aquí la ironía es casi sarcasmo, pues invitados de honor serán los soldados de Babilonia. Véanse Ez 39 y Miq 3,2-3. Al final del v.5 corresponde una frase que parece glosa, 6c: "vacíala tajada a tajada, sin echarlas a suerte".

24,6-8 ¿Cómo entra el tema de la sangre? (tan frecuente en el cap. 22). Quizá por las operaciones culinarias, o por el color de la herrumbre. Jerusalén es la olla, la sangre en la ciudad es la herrumbre en la olla. Los hombres ya ni se preocupan de "cubrir" con tierra la sangre; la cual clama al cielo, y el Señor tampoco la tapa, sino que la vengará a fuego.

24,9-10 Al canto festivo del cocinero responde el ay trágico del Señor. Puesta sobre el fuego divino, la olla se convierte en horno destructor, la fortaleza protectora, en lugar de ejecución.

24,11-13 Han fallado repetidos intentos de purificación; sólo queda el castigo final. 

24,15-27 Esta sección combina dos temas relacionados con la caída de la capital: la muerte de la esposa del profeta y la mudez. El primero es un relato breve y coherente; el segundo es una pieza desprendida de su contexto. Habrá que tratar aparte ambos temas y reordenar las piezas del segundo.

24,15-24 El profeta no sólo cumple su misión con la boca, sino que puede hacerlo con su vida. Situaciones comunes en otros hombres suben al nivel del oráculo cuando las toma Dios para comunicar su mensaje. No es una pantomima que el profeta representa, sino su propia vida ofrecida en espectáculo que grita. Su vida cobra nuevo sentido y la palabra gana intensidad.

24,16 "El encanto de los ojos": Lam 2,4 aplica la expresión a los soldados.

24,17 Gestos rituales que expresan y desahogan el dolor: Jr 16,5-7.

24,19 La conducta de Ezequiel es extraña y provocativa, despierta estupor y curiosidad.

24,21 El triple predicado exalta la fuerza protectora, la belleza artística y el valor espiritual del templo. El señor mismo lo profana, es decir, lo priva del carácter sagrado. Véase Lam 2,6-8.

24,25-27 Vamos a reconstruir aquí el texto y los sucesos. A raíz de la vocación, Ezequiel inicia una intensa predicación profética con resultados escasos; la catástrofe se avecina y se precipita. El 5 de enero del 587 comienza el asedio de Jerusalén, el 18 de julio del 586 abren brecha en la muralla y penetran, el 15 de agosto la ciudad es destruida. Algo antes muere la esposa y el profeta queda mudo. Un fugitivo se pone en camino para llevar la noticia a los deportados, llega a Babilonia el 5 de enero del 586; al oír la noticia, el profeta recobra el uso de la palabra. El texto seguido suena así:

3,25 ese día te pondré sogas, te amarraré con ellas y no podrás soltarte. 3,26 Te pegaré la lengua al paladar, te quedarás mudo y no podrás ser su acusador. 24,26 Pero cuando se te presente un evadido para comunicarte una noticia, 24,27 ese día se te abrirá la boca y podrás hablar en presencia del evadido y no volverás a quedar mudo. 33,21 El año duodécimo de nuestra deportación, el día cinco del mes décimo, se me presentó un evadido de Jerusalén y me dio esta noticia: "Han destruido la ciudad". 33,22 La tarde anterior había venido sobre mí la mano del Señor, permaneció hasta que el evadido se me presentó por la mañana; entonces se me abrió la boca y no volví a estar mudo.

La mudez del profeta ha sido más elocuente que sus palabras: ha representado en vivo el silencio de Dios que acompaña la destrucción del templo y la ciudad.

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