viernes, 1 de enero de 2016

EZEQUIEL. CAPÍTULO 33.

331Me dirigió la palabra el Señor:
2-Hijo de Adán, habla así a tus compatriotas:
Cuando yo lleve la espada contra una población y el vecindario escoja a uno del lugar y lo ponga de atalaya; 3si al divisar la espada que avanza contra la población de la alarma al vecindario a toque de trompeta, 4el que oyendo el toque de trompeta no se ponga alerta, será responsable de su propia sangre cuando llegue la espada y lo arrebate. 5Puesto que oyó el toque de trompeta y no se puso alerta, responderá de su propia sangre; 6si hubiera estado alerta, habría salvado la vida. Pero si el atalaya divisa la espada que avanza y no toca la trompeta, y el vecindario no se pone alerta, y llega la espada y arrebata a alguno de ellos, éstos mueren por su culpa, pero al atalaya le pediré cuentas de la sangre.
7A ti, hijo de Adán, te he puesto de atalaya en la casa de Israel; cuando escuches palabras de mi boca, les darás la alarma de mi parte. 8Si yo digo al malvado: ¡Malvado, eres reo de muerte!, y tú no hablas poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre; 9pero si tú pones en guardia al malvado para que cambie de conducta, y él no cambia de conducta, él morirá por su culpa y tú salvarás la vida.
10Y tú, hijo de Adán, dile a la casa de Israel: 
Vosotros discurrís de este modo: Nuestros crímenes y nuestros pecados cargan sobre nosotros y por ellos nos consumimos, ¿podemos seguir con vida? 11Pues diles: Por mi vida -oráculo del Señor-, juro que no quiero la muerte del malvado, sino que cambie de conducta y viva. ¡Convertíos, cambiad de conducta, malvados, y no moriréis, casa de Israel!
12Y tú, hijo de Adán, di a tus compatriotas: Al justo no lo salvará su justicia si comete un delito, al malvado no lo condenará su maldad si se convierte de ella. (El justo no podrá seguir viviendo a costa de su justicia si peca). 13Si digo al justo "vivirás", y él, confiado en su justicia, comete un delito, no se tendrá en cuenta su justicia, sino que morirá por el delito que cometió. 14Si digo al malvado "morirás", y él se convierte de su pecado, practica el derecho y la justicia, 15devuelve la prenda, restituye el hurto y sigue los preceptos de vida sin incurrir en delito, entonces vivirá y no morirá, 16no se tendrá en cuenta ningún pecado de los que cometió; por haber practicado el derecho y la justicia vivirá.
17Replicarán tus compatriotas: "No es justo el proceder del Señor", cuando son ellos los que no proceden rectamente. 18Si se pervierte el justo de su justicia y comete un delito, por él morirá. 19Si el malvado se convierte de su maldad y practica la justicia y el derecho, por ellos vivirá. 20¿Insistís en decir que no es justo el proceder del Señor? A cada uno os juzgará según vuestra conducta.

Llega el fugitivo (Ez 24,26-27)

21El año duodécimo de nuestra deportación, el día cinco del mes décimo, se me presentó un evadido de Jerusalén y me dio esta noticia: "Han destruido la ciudad". 22La tarde anterior había venido sobre mí la mano del Señor, y permaneció hasta que el evadido se me presentó por la mañana; entonces se me abrió la boca y no volví a estar mudo.

En Jerusalén

23Me dirigió la palabra el Señor:
24-Hijo de Adán, los moradores de aquellas ruinas de la tierra de Israel andan diciendo: "Si Abrahán, que era uno solo, se adueñó de la tierra, ¡cuánto más nosotros, que somos muchos, seremos dueño de la tierra!". 25Pues diles: Esto dice el Señor: Vosotros, que coméis en los montes levantando los ojos a vuestros ídolos y derramáis sangre, ¿vais a poseer la tierra? 26Vosotros, que os apoyáis en vuestras espadas, cometéis abominaciones y profanáis a la mujer del prójimo, ¿vais a poseer la tierra? 27 Diles así: Esto dice el Señor: Os juro por mi vida que los que estén en las ruinas caerán a espada, a los que estén en descampado los entregaré en pasto a las fieras y los que estén en los fortines y refugios morirán apestados. 28Convertiré el país en desierto desolado y así terminará su terca soberbia. Quedarán desolados los montes de Israel, sin nadie que los transite. 29Sabrán que yo soy el Señor cuando convierta el país en desierto desolado, por todas las abominaciones que cometieron.

Copleros de amoríos (Is 5,1-7; Os 2)

30Y tú, hijo de Adán, tus paisanos andan murmurando de ti al abrigo de los muros y a la puerta de las casas, diciéndose uno a otro: "Vamos a ver qué palabra nos envía el Señor". 31Acuden a ti en tropel y mi pueblo se sienta delante de ti; escuchan tus palabras, pero no las practican; con la boca dicen lisonjas, pero su ánimo anda tras el negocio. 32Eres para ellos coplero de amoríos, de bonita voz y buen tañedor. Escuchan tus palabras, pero no las practican. 33Pero cuando se cumplan, y están para cumplirse, se darán cuenta de que tenían un profeta en medio de ellos".

Explicación.

33,1 Si comenzáramos leyendo este capítulo por los vv.21-22, la situación quedaría clara y el texto revelaría todo su sentido. El profeta ha quedado mudo porque Dios ha callado en la última hora de Jerusalén. Pasado ese momento, Dios habla de nuevo por boca de su profeta y le encomienda un mensaje de esperanza. Para Ezequiel es casi una nueva vocación, al menos una nueva tarea. Antes de que comience su predicación, ha de quedar clara su finalidad y alcance. Por eso la tercera parte del libro, como la primera, comienza con un texto programático.

¿Qué es un profeta? -La boca de Dios. ¿Y qué es un profeta entre los desterrados a la caída de Jerusalén? Un centinela. Sin ciudad, sin casas, sin murallas, ¿dónde se instala el centinela, contra quién alerta? -Contra el mismo Señor. Nueva paradoja: como si el guerrero, terminada la tarea de destruir Jerusalén, tuviera todavía fuerzas y ganas de seguir batallando. Se dirige hacia los desterrados en Babilonia, todavía en son de guerra; porque su pueblo desterrado lo sigue provocando y no acaba de aprender. Y aquí sucede lo más extraño: en vez de acercarse en silencio o de repente, para coger desprevenidas a sus víctimas, el Señor despacha a un centinela suyo, para que los avise, una especie de antiespía que informe a tiempo; y por si fuera poco, el Señor le carga la conciencia al antiespía para que prevenga al pueblo amenazado. la paradoja es reveladora: el arco menor, pecado -amenaza - castigo, queda englobado en un arco mayor, pecado - amenaza - conversión - perdón; porque Dios quiere la vida y no la muerte. Aunque venga en son de guerra, trae lapaz. El asedio y acoso de Dios es en última instancia amor. El profeta será solidario del destino de sus paisanos.
Al mismo tiempo la palabra ejerce la función de dividir y separar a los que escuchan de los que se desentienden. De ahí el estilo casuístico del desarrollo, en estudiadas subdivisiones. La palabra exige respuesta activa creando responsabilidad.

33,2 En la parábola es Dios quien conduce la espada, lo cual implica que son culpables, y son los vecinos quienes colocan un centinela; pero es Dios quien pide cuentas al centinela. La parábola adelanta la interpretación teológica.

33,7 En la aplicación es el Señor quien nombra al centinela: nueva categoría para definir al profeta; Véanse Jr 6,17; Is 56,10.

33,8 Dios retrasa la ejecución de la sentencia para dar tiempo a la conversión.

33,10 Con el peso de la desgracia se siente más el peso de la culpa; entre ambos aplastan al hombre y le roban la esperanza: es la respuesta lógica a los capítulos 16; 20 y 23. Pero precisamente cuando no queda esperanza de vida, suena el anuncio de nueva vida que Dios ofrece. El hombre puede deshacerse de la carga maldita del pasado.

33,12-20 Es una variación del cap.18 sobre la responsabilidad individual. Subraya el tema de la vida: el Señor jura por su vida, quiere la vida. De ahí la asimetría de los casos y la supremacía de la vida: el justo, por serlo, quedará vivo; el malvado por dejar de serlo, quedará vivo; el justo que peca, por volver a serlo, quedará vivo. El desarrollo es así: enunciado general (12); casos de perversión y conversión (13-16); objeción y respuesta (17-20). En líneas paralelas la correspondencia de los capítulos:

33,1-9/            /10-11                   /12-13.14-16/   17-20 
18,    / 1-20     /23.30b-32/                  24.21-22/   25-30a

33,12-13 Ni la justicia es garantía perpetua ni el pecado es fatalidad irremediable. Una justicia, aunque prolongada, no es algo acumulado y operante que permita cometer algún delito grave; como si se tratara de cantidades que se contrapesan en la balanza de la justicia, o como si fuera un seguro contra riesgos y pérdidas. Un acto puede comprometer toda una existencia.

33,14-16 Preceptos concretos que representan el resto; preceptos que dan vida.

33,17 El pueblo no procede rectamente porque su conversión no ha sido plena; dominados por su actitud ambigua, no son capaces de apreciar el valor esperanzado del mensaje profético.

33,21-22 Cumplimiento de lo anunciado en 24,26-27 y comienzo de la nueva actividad del profeta. La palabra nueva nace de la mudez, como una vida nace milagrosamente de la esterilidad. Dios pudo haber clausurado el ministerio de Ezequiel y llamado a otro candidato. Al seguir con el mismo, nos enseña que de la negación total surgirá la afirmación plena, que era necesario bajar al abismo del silencio para encontrar la nueva palabra.

33,23-29 Remontarse a los orígenes es algo que aprende muy pronto el israelita. Los supervivientes en Judá de la catástrofe alegan el ejemplo de Abrahán como argumento a minore ad maius. Pero la posesión de la tierra no es cuestión de número, sino que es don de Dios. Según Jr 40, los supervivientes empezaron a organizarse con éxito discreto. Ezequiel les achaca los pecados de antes (18,6; 22,3.11). Tres pecados principales: idolatría, homicidio, adulterio; tres castigos: espada, fieras y peste.

33,26 Con una corrección: "os mantenéis en vuestras ruinas".

33,28 Véanse 6,3.14; 7,24; 15,8.

33,30-33 Ha pasado la etapa de resistencia al a palabra profética y ha sucedido una forma refinada de invalidar su eficacia: convertirla en objeto de conversaciones entretenidas, en noticia que apela sólo a la curiosidad transitoria, en distracción artística. Son dimensiones inherentes a una palabra de Dios que se ha hecho humana: es noticia, porque entra en la historia; es bella, porque los profetas la saben elaborar. Sólo que esas dimensiones están subordinadas a lo esencial: la palabra entra en la historia para transformarla, transformando al hombre, su protagonista; el profeta la elabora, no por amor al arte, sino para encarnarla con eficacia. Pero el hombre hará cualquier cosa para hacer la palabra de Dios inofensiva. Así ofenden al profeta, con aire de interés y acumulando lisonjas; y ofenden a Dios rebajando al que sólo condesciende. Pues bien, la palabra actuará vengándose y vengando al que fue tenido por simple poeta y era además profeta.

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