viernes, 1 de enero de 2016

EZEQUIEL. CAPÍTULO 36.

A los montes de Israel (Ez 6)

361-Y tú, hijo de Adán, profetiza así a los montes de Israel: Montes de Israel, escuchad la palabra del Señor:
2Esto dice el Señor: Por haber dicho vuestro enemigo: "¡Bien! 3Los cerros antiguos son propiedad nuestra"; por eso profetiza así:
Esto dice el Señor: Porque os han arrasado y pisoteado y conquistado los restantes pueblos; porque habéis andado en boca de deslenguados y os han difamado la gente; 4por eso, montes de Israel, escuchad la palabra del Señor:
Esto dice el Señor a los montes y a los collados, a las torrenteras y a las vaguadas, a las ruinas desoladas y a las ciudades abandonadas, que fueron botín y burla del resto de los pueblos vecinos; 5por tanto, esto dice el Señor: Juro que en el fuego de mi celo hablo contra el resto de las naciones que se han apoderado de mi tierra con regocijo de corazón y mala entraña, despoblándola y esquilmándola. 6Por eso profetiza a la tierra de Israel diciendo a los montes y a los collados, a las torrenteras y a las vaguadas:
Esto dice el Señor: Yo os hablo con celo y con cólera, porque habéis cargado con el sarcasmo de las naciones; 7por eso, así dice el Señor: Juro con la mano en alto que los pueblos que os rodean cargarán con sus sarcasmos. 8Y vosotros, montes de Israel, echaréis frondas y daréis fruto par ami pueblo, Israel, que está para llegar. 9Porque yo estoy con vosotros y me vuelvo hacia vosotros: os labrarán y os sembrarán. 10Acrecentaré vuestra población, toda la casa de Israel; serán repobladas las ciudades y las ruinas serán reconstruidas. 11Acrecentaré vuestra población y vuestro ganado [serán muchos y fecundos] y haré que os habiten como antaño y os concederé más bien que al principio, y sabréis que yo soy el Señor. 12Haré que os transite la gente de mi pueblo, Israel; tomarán posesión de vosotros y seréis su heredad y no volveréis a quedaros sin hijos.
13Esto dice el Señor: Porque te dicen: "Eres devoradora de hombres, has dejado a tu nación sin hijos"; 14por eso no devorarás más hombres ni dejarás a tu nación sin hijos -oráculo del Señor-. 15Haré que no escuches más los sarcasmos de los paganos, y ya no tendrás que cargar con las afrentas de los pueblos ni volverás a dejar a tu nación sin hijos -oráculo del Señor-.

Castigo y reconciliación

16Me dirigió la palabra el Señor:
17-Hijo de Adán, cuando la casa de Israel habitaba en su tierra la contaminó con su conducta y con sus malas obras; para mí su proceder fue como sangre inmunda. 18Entonces derramé mi cólera sobre ellos por la sangre que habían derramado en el país y por haberlo contaminado con sus ídolos. 19Los esparcí por las naciones y anduvieron dispersos por los países; según su proceder y sus malas obras los juzgué. 20Al llegar a las diversas naciones profanaron mi santo nombre, pues decían de ellos: "Éstos son el pueblo del 21Señor, han tenido que salir de su tierrra". Entonces sentí lástima de mi nombre santo, profanado por la casa de Israel en las naciones andonde fue. 22Por eso, di a la casa de Israel:
Esto dice el Señor: No lo hago por vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, profanado por vosotros en las naciones adonde fuisteis. 23Mostraré la santidad de mi nombre ilustre profanado entre los paganos, que vosotros profanasteis en medio de ellos, y sabrán los paganos que yo soy el Señor -oráculo del Señor- cuando les muestre mi santidad en vosotros. 24Os recogeré por las naciones, os reuniré de todos los países y os llevaré a vuestra tierra. 25Os rociaré con un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar. 26Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. 27Os infundiré mi espíritu y haré que caminéis según mis preceptos y que cumpláis mis mandatos poniéndolos por obra. 28Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres; vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios.
29Os libraré de vuestras inmundicias, llamaré al grano y lo haré abundar y no os dejaré pasar hambre; 30haré que abunden los frutos de los árboles y las cosechas de los campos, para que no os insulten los paganos llamándoos "muertos de hambre". 31Al acordaros de vuestra conducta perversa y de vuestras malas acciones, sentiréis asco de vosotros mismos por vuestras culpas y abominaciones. 32Sabedlo bien, no lo hago por vosotros -oráculo del Señor-; avergonzaos y sonrojaos de vuestra conducta, casa de Israel.
33Esto dice el Señor: Cuando os purifique de vuestras culpas, haré que se repueblen las ciudades y que las ruinas se reconstruyan. 34Volverán a labrar la tierra asolada, después de haber estado baldía a la vista de los caminantes. 35Dirán: Esta tierra desolada está hecha un paraíso, y las ciudades arrasadas, desiertas, destruidas, son plazas fuertes habitadas. 36Y los pueblos que queden en vuestro contorno sabrán que yo, el Señor, reedifico lo destruido y planto lo arrasado. Yo, el Señor, lo digo y lo hago.
37Esto dice el Señor: Me dejaré suplicar por la casa de Israel y le concederé esto: acrecentaré su población como un rebaño. 38Como rebaño de ovejas consagradas, como ovejas en Jerusalén durante la fiesta, así rebosarán de gente las ciudades arrasadas. Y sabrán que yo soy el Señor".

Explicación.

36,1-15 Primero hay que abrirse camino en la maraña del texto. O el profeta no ha enfrenado una expresión barroca, torrencial, o manos ajenas han manipulado el texto sin acertar. Cinco veces suena "así dice Yhwh", dos veces manda "profetizar"; cuatro veces se repite el esquema "porque... por eso..." o equivalente. Enumeraciones y reiteraciones podrían delatar la pasión de quien habla; pero la sintaxis falla varias veces.

En esta jungla se destacan dos cosas claras y correlativas: el Señor se dirige a los enemigos y a los montes de Israel. A los enemigos porque con su odio destructivo provocaron el celo del Señor; a los montes de Israel les hace grandes promesas. Las dos partes son correlativas, castigo de unos y liberación de otros; pero no son simétricas. En el caso de los enemigos, el castigo responde al delito; en el caso de Israel, las promesas nacen de la compasión del Señor por el sufrimiento de su pueblo, de su amor constante.

Estas promesas a los montes contrastan con las amenazas del capítulo 6. Aquellas amenazas se cumplieron, y el delito de los altozanos está soldado (el término "altozano" se menciona aquí, pero sin la connotación pecaminos). Ahora ha sonado la hora de la misericordia y la lealtad.

36,5 Al "resto de las naciones" añadió un glosador "y todo Edom", para empalmar este texto con el capítulo precedente.

36,8 Como en otro tiempo el Señor preparaba una tierra a un pueblo que venía de Egipto (Dt 6,10-11), así ahora prepara un país fértil para su pueblo que retorna.

36,9 Ese volver el rostro el Señor hacia los montes es el comienzo de las bendiciones: campos de nuevo sembrados, ciudades reconstruidas.

36,13-15 Nuevo oráculo con otro punto de vista. La hostilidad ha brotado de la misma tierra, devoradora de hombres (Nm 13, 12). En la metáfora puede sonar la imagen del sepulcro (Nm 16,32), las fauces del sheol (Is 5,14). Tierra de enterrar y no de cosechar.

36,16-38 Gran oráculo de restauración apoyada en la renovación de la alianza. Estamos acostumbrados a reconocer el esquema de alianza en tres piezas: un prólogo histórico de beneficios divinos, la oferta y aceptación con las cláusulas o estipulaciones, bendiciones y maldiciones condicionadas. Pues bien, la presente alianza nos ofrece un par de sorpresas.

En primer lugar la historia precedente: no es un pueblo oprimido, que conmueve al Señor misericordioso; es un pueblo ingrato, rebelde, contumaz. Tiene que ser otra fuerza la que induce la nueva acción del Señor, y será su nombre o fama: no será una liturgia penitencial (Sal 50-51), ni un rito de expiación (Lv 6), ni el clamor del pueblo (Jue 10).

En segundo lugar la firma de la alianza. El Señor pudo haber rechazado definitivamente al pueblo y escogido otro para empezar de nuevo (cfr. Ex 32,10). ¿Habría resultado mejor? El Señor escoge otra solución: transformar radicalmente, internamente al pueblo, de modo que renovado responda a la renovada alianza. Pero el pueblo no podrá en adelante gloriarse, ni atribuir a sus méritos los dones de Dios. Será siempre "el perdonado" y deberá ser consciente de ello.

Profanar y santificar el nombre. Nombre puede equivaler a buen nombre, fama. Con sus proezas a favor de inocentes oprimidos, el Señor acredita su fama, "santificar su nombre". Castigando a un pueblo pecador también acredita su fama (20,41; Eclo 36,4): los desterrados muestran con su conducta que el Señor es un Dios exigente. Pero puede suceder lo contrario: que aparezca como un Dios impotente (Nm 14,16), que ha elegido mal, que se ha cansado (Is 40,27-28); así se desacredita su fama, se "profana su nombre" (22,16). Pues bien, el Señor sale por su buen nombre revelando su misericordia gratuita, su lealtad a los compromisos, su capacidad de perdonar y transformar.

36,17 La terminología es cúltica: Lv 15, 19-24; 18,27s; Dt 21,22s.

36,25-27 En forma de promesa suena la respuesta a la petición del Salmo 51: el lavar interior (cfr Nm 19, el corazón nuevo, el espíritu santo). El cambio interior hará posible y real el cumplimiento de los mandamientos. Compárese con Jr 31,31-34 y Eom 8,3. No basta curar un corazón enfermo (Is 1,5), hace falta un trasplante espiritual.

36,28 La fórmula de la alianza, tantas veces desmentida por el pueblo, sonará con verdad plena.

36,29 Véase Os 1,23s.

36,31-32 Véase el comentario a 16,61-63.

36,33-36 Bendición clásica de campos y ciudades.

36,35 Véase Gn 13,10; Is 51,3.

36,37-38 Después de la fórmula conclusiva del verso 36, suenan como adición. Tener a Dios accesible deshace la maldición de los capítulos 14 y 20 y sintetiza las buenas relaciones del pueblo con su Dios.

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