viernes, 1 de enero de 2016

EZEQUIEL. CAPÍTULO 37.

Los huesos y el espíritu (Is 26,14-19)

371La mano del Señor se posó sobre mí y el Señor me llevó en espíritu, dejándome en un valle todo lleno de huesos. 2Me los hizo pasar revista: eran muchísimos los que había en la cuenca del valle; estaban calcinados. 3Entonces me dijo:
-Hijo de Adán, ¿podrán vivir esos huesos?
Contesté:
-Tú lo sabes, Señor.
4Me ordenó:
-Conjura así a esos huesos: Huesos calcinados, escuchad la palabra del Señor. 5Esto dice el Señor a esos huesos: Yo os voy a infundir espíritu para que reviváis. 6Os injertaré tendones, os haré criar carne; tensaré sobre vosotros piel y os infundiré espíritu para que reviváis. Así sabréis que yo soy el Señor.
7Pronuncié el conjuro que se me había mandado, y mientras lo pronunciaba, resonó un trueno, luego hubo un terremoto y los huesos se ensamblaron, hueso con hueso. 8Vi que habían prendido en ellos los tendones, que habían criado carne y tenían la piel tensa; pero no tenían aliento.
9Entonces me dijo:
-Conjura al aliento, conjura, hijo de Adán, diciéndole al aliento: Esto dice el Señor: Ven, aliento, desde los cuatro vientos y sopla en estos cadáveres para que revivan.
10Pronuncié el conjuro que se me había mandado. Penetró en ellos el aliento, revivieron y se pusieron en pie: era una muchedumbre inmensa.
11Entonces me dijo:
-Hijo de Adán, esos huesos son toda la casa de Israel. Ahí los tienes diciendo: Nuestros huesos están calcinados, nuestra esperanza se ha desvanecido; estamos perdidos. 12Por eso profetiza diciéndoles: Esto dice el Señor: Yo voy a abrir vuestros sepulcros, os voy a sacar de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os voy a llevar a la tierra de Israel. 13Sabréis que yo soy el Señor cuando abra vuestros sepulcros, cuando os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío. 14Infundiré mi espíritu en vosotros para que reviváis, os estableceré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago -oráculo del Señor-.

Las dos varas (Is 11,10-16; 34,23s)

15Me dirigió la palabra el Señor:
16-Y tú, hijo de Adán, agarra luego otra vara y escribe en ella "José". 17Empálmalas la una con la otra de modo que formen una sola vara y queden unidas en tu mano. 18Y cuando te pregunten tus paisanos: "Explícanos lo que quieres decir", 19respóndeles:
Esto dice el Señor: Voy a coger la vara de José y a empalmarla con la vara de Judá, de modo que formen una sola vara y queden unidas en mi mano.
20Toma en la mano las varas escritas, y esneñándoselas, diles:
21Esto dice el Señor: Yo voy a recoger a los israelitas de las naciones adonde marcharon, voy a congregarlos de todas partes y los voy a repatriar. 22Los haré un solo pueblo en su país, en los montes de Israel, y un solo rey reinará sobre todos ellos. No volverán a ser dos naciones ni a desmembrarse en dos monarquías. 23No volverán a contaminarse con sus ídolos y fetiches y con todos sus crímenes. Los libraré de sus pecados y prevaricaciones, los purificaré: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios. 24Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis mandatos y cumplirán mis preceptos, poniéndolos por obra. 25Habitarán en la tierra que le di a mi siervo Jacob, en la que habitaron vuestros padres; allí vivirán para siempre, ellos y sus hijos y sus nietos, y mi siervo David será su príncipe para siempre. 26Haré con ellos una alianza de paz, alianza eterna pactaré con ellos. Los estableceré, los acrecentaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; 27tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 28Y sabrán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté entre ellos mi santuario para siempre.

Explicación.

37,1-14 He aquí una de las páginas más famosas de Ezequiel. Es una visión con su consiguiente explicación. Es la visión -como en los sueños- el profeta es espectador y actor: una voz le da órdenes y él las ejecuta "profetizando" = conjurando. Dos seres elementales ocupan la visión: los huesos y el viento. Los huesos humanos calzinados son lo árido, lo inerte, todavía no polvo y casi mineral. El viento = aliento = espíritu es el elemento cósmico -cuatro vientos-, el carisma del profeta, la vida universal. ¿Quién podrá más? Conjurado por el profeta, el viento = aliento desencadena su dinamismo, transforma primero los huesos en cadáveres orgánicos, después los cadáveres en seres vivientes. El esquema de Gn 2,2 funciona con otros factores; véase también JOb 10,9-11.

Observemos el eje de las dimensiones: horizontal y vertical. El valle es lo profundo y horizontal, tajo en la tierra de los vivos que se acerca al reino de los muertos; horizontal a ras de tierra se esparcen y yacen los huesos. La carne inicia la "subida", al final son los vivos innumerables, en pie.

Esta visión fantástica se asoma al misterio radical de la existencia humana: la muerte y la vida ¿Quién podrá más?, ¿quién ganará la última baza? -El que da y controla el aliento (Sal 104,29-30), el Dios de la vida.

Explicación. El profeta mismo explica el significado de su visión, respondiendo a una queja del pueblo: los huesos calcinados son los desterrados en Babilonia, su vuelta a la vida es la vuelta a la patria. El profeta no ha comprendido el alcance de la visión: preocupado por el problema inmediato y no contando con una vida después de la muerte, ha encogido la valencia activada del símbolo.

Pero el poeta Ezequiel ha creado un símbolo que desborda la intención inmediata del autor. Bajando a una visión biológica de la muerte, remontándose a motivos de creación, operando con el elemento dinámico del viento-aliento, ha dado expresión a las ansias más radicales del hombre, al mensaje más gozoso de la revelación. Superada la coyuntura histórica y abierto el horizonte de la resurrección, los cristianos leen en esta página de Ezequiel un mensaje de Pascua.

37,1 Datos ya conocidos: la mano (1,3; 3,22; 8,1 etc.), el espíritu (11,24), la llanura (3,22).

37,2 La pregunta del Señor es un desafío; el profeta se refugia en la ignorancia confesada.

37,4 Es insólito que los huesos "escuchen" la palabra de Dios; no la han escuchado los vivos...

37,9 De los cuatro puntos cardinales converge la plenitud del aliento: véase Is 11,2.

37,11 Para la metáfora de los huesos véanse Sal 31,11; 51,10; Prov 17,22.

37,12-14 Funciona en nueva clave el esquema clásico del éxodo sacar - llevar.

37,15-28 La división del pueblo en dos reinos, Israel y Judá, trágicamente consumada a la muerte de Salomón, ha pesado sobre la conciencia de muchos. Guerra de hermanos, división del culto e intereses políticos han consolidado y hecho más amarga la división. Ahora un doble destierro parece haber hermanado en la desgracia a los miembros divididos del mismo pueblo. No puede haber restauración plena sin reconciliación y unificación de lo dividido (Jr 30,3s; 31,27.31).

Los intentos de Ezequías y Josías no han bastado, el Señor mismo realizará el milagro, y el profeta lo anuncia en una acción simbólica.

a) La palabra dominante es "uno": al principio como artículo indeterminado (cuatro veces), luego como adjetivo "uno solo, único" (siete veces). La unidad se consuma en la mano del profeta y la de Dios, porque las varas son dos, y es la presión de la mano divina la que las mantiene unidas. Aunque no lo llame "único", también el santuario, "mi santuario entre ellos", será un factor eficaz de unidad.

b) David había sido el artífice de la unidad de las tribus bajo un rey único. En la nación futura volverá a reinar un David y su herencia continuará unida por siempre. Es el pastor del que ha hablado en el cap. 34.

c) En la parte final repite cinco veces la expresión "para siempre", adosada a temas de la alianza y la monarquía y promesas patriarcales, tierra y fecundidad. En los cap. 40-48 se desarrollan minuciosamente estos datos. Un par de glosas se han deslizado en los versos 16 y 19.

37,16 Usa el nombre de José para el reino septentrional porque reserva el de Israel para la comunidad ideal unificada.

Puede compararse con 1 Re 11,30-36.

37,28 Como el Señor está en medio de su pueblo, Israel está en medio de las naciones, y por eso es mediador de revelación, órgano de la presencia universal del Señor en el mundo y la historia.

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